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miércoles, 4 de marzo de 2009

Mila Castafiore "Mi empresa me robó el alma"

Quizá alguno de nuestros lectores en Miami haya oído hablar de Mila Castafiore. La señorita Castafiore era una de los headhunters más reputados del Estado, capaz de captar al directivo más adecuado para sus clientes. Se decía de ella que podías rechazarla una o dos veces, pero que a la tercera siempre le decías que sí. Ella fue quién convenció a John Burrows, analista de riesgo de S.P.Krol Ltd., para que dejara su ventajosa situación en la compañía para trabajar para sus competidores asiáticos. Pero, desgraciadamente, la señorita Castafiore también es conocida por haber acusado a su último cliente, el prestigioso holding bancario Somerset & Liedfield de (literalmente) "violar mi espíritu y robarme el alma".

El Doctor Peter Steckman, miembro de nuestro equipo de redacción, se desplazó hasta Texas, la nueva residencia de la señorita Castafiore, para entrevistarla. No podemos decir que fuera fácil, dado que después de ser despedida por su empresa y haber pasado por varios psiquiatras, Mila Castafiore prefiere pasar el resto de su vida en calma en una pequeña población rural. Sin embargo, como nuestros lectores habituales ya saben, nada detiene al Doctor Steckman en la búsqueda de la verdad. A continuación podrán leer el resultado de su trabajo.

Mila Castafiore es una mujer de mirada triste, que mueve las piernas nerviosa y no deja de fumar tabaco negro. Sin embargo, no cuesta imaginarse cómo debía ser no hace muchos meses, cuando era una especialista en selección de ejecutivos o "headhunter", como se les conoce hoy día. Mila me recibe en su domicilio, una destartalada casa más en medio de una tranquila población cuyo nombre omitiremos por deseo expreso de la señorita Castafiore.

Peter Steckman: Saludos, señorita Castafiore, es usted muy amable por recibirnos.
Mila Castafiore: Me gustaría decir que el placer es mío y que me encanta su revista, señor Stickland, pero no la ha leído en mi vida.
Omito el error de mi nombre y decido proseguir con la entrevista.

PS: ¿Podría contarme cómo empezó a trabajar para Somerset & Liedfield?

La señorita Castafiore se remueve nerviosa y enciende un nuevo cigarrillo.

MC: Fueron ellos quienes contactaron conmigo. Por aquél entonces las cosas habían ido bien en mi empresa, la contratación de Burrows había despertado bastante interés por parte de la prensa e incluso mi foto había salido en algunos periódicos. Miami era un buen lugar para hacer negocios.
PS: ¿Qué persona de S&L le ofertó que trabajara para ellos, señorita Castafiore?
MC: Fue... fue Michael Crane, de Recursos Humanos. Concertó una comida conmigo directamente con mi secretaria, ya que parecía estar interesado específicamente en mí. Me pareció una gran idea porque su empresa era una de las grandes en aquél momento, y yo me encontraba en la posición de exigir unos honorarios altos por mis servicios.

La señorita Castafiore apaga el cigarrillo con fuerza y enciende otro de inmediato.

MC: El señor Crane fue muy amable, y muy generoso, para ser un primer contacto. Insistió en que la gente de Somerset & Liedfield llevaba tiempo siguiendo mi trabajo, y que precisaban cubrir una vacante en el Departamento de Selección de Personal y habían pensado en mí. Fue muy directo, puso sobre la mesa una cifra grande, de esas a las que una no puede decir que no. Nunca.
PS: ¿Así que aceptó?
MC: Claro.
PS: ¿Y cómo fue su llegada a S&L? ¿La empresa tenía algo... raro?
MC: ¡Por supuesto que no! Si hubiera visto cualquier cosa anormal me habría largado al momento. Todavía tenía a mi antigua empresa para respaldarme, no necesitaba el trabajo. Pero allí todo era tan... tan... ¿vulgar? no, quizá la mejor palabra sería "normal". Sí, todo era "normal". La recepcionista era como cualquier otra recepcionista, los del servicio de limpieza eran unos hispanos cualquiera y en general todo era tan corriente que hasta resultaba extraño. Debí darme cuenta en ese momento.
PS: ¿Cuándo se dio cuenta de que la empresa no era lo que decía ser, señorita Castafiore?
MC: La verdad es que tardé en darme cuenta... no sé como fui tan estúpida. Me imagino que era porque estaba entusiasmada con todo lo que me ofrecían. No era sólo el dinero, era el despacho, la tarjeta de empresa, los talones de hotel, el nulo seguimiento para los gastos... no sé. Pero el caso es que, como dicen por ahí, me dejaba querer.

La señorita Castafiore se da cuenta de que estaba fumándose el filtro del cigarrillo y lo golpea contra el cenicero. Se quema dos dedos de su mano, que enrojecen al momento. Ella únicamente hace una mueca, acaricia sus dedos con la otra mano y prosigue.

MC: Esto no duele. No después de lo que me ocurrió allí.
PS: Cuénteme, señorita Castafiore, ayúdeme a comprender...
MC: Las peculiaridades de Crane y el resto de directores de la empresa se hicieron más evidentes al llegar la Navidad. Somerset & Liedfield organizaba muchos eventos para sus empleados y Crane siempre insistía en que participase. Me fue presentando a muchos cargos importantes de la empresa que yo aún no conocía y todos parecían muy sonrientes y cordiales. Como si intentaran ligar contigo todos los tíos de una fiesta. Claro que no era eso, pero yo pensé que era debido a mi fama por el asunto Burrows. Pero no, me estaban evaluando.
PS: ¿Evaluando?
MC: Sí, averiguando cosas de mí, sacando temas de conversación aparentemente inocentes pero cargados de retórica y sutilezas para sopesar mis respuestas. No me dí cuenta hasta mucho tiempo después, cuando ya había ocurrido todo.
PS: ¿Cree que su evaluación fue positiva?
MC: Sin duda. Cada vez me pedían que relegase más y más tareas para acudir a reuniones con algunos o varios de ellos. Comenzaron a hacerme partícipe de las decisiones de la alta dirección. Incluso pensé que me ascenderían rápidamente. Pero...
PS: ¿Pero...?
MC: Ocurrió. Crane me invitó a una cena privada del equipo de dirección. Dijo que querían que participase de una decisión ejecutiva importante.
PS: ¿Y qué ocurrió en esa cena, señorita Castafiore?
MC: Lo perdí... lo perdí todo, Doctor Steindal, todo.
PS: ¿Puede... puede ser más específica?

La señorita Castafiore está a punto de contestar, pero repentinamente rompe a llorar. No es un llanto desconsolado, es un llando de pura impotencia. Intento confortarla, sin mucho éxito, y ella acaba por recuperar la entereza por sí misma.

MC: Doctor, no puede imaginar lo que se siente. No es sólo el dolor que sentí allí, es mucho peor lo que ocurrió después. Imagínese... imagínese que usted tuviera alas, que estuviera acostumbrado a ellas y las usara constantemente, incluso aunque no fuera consciente de ello. Ahora piense cómo se sentiría si alguien le arrancase esas alas de golpe y que fuera algo inmensamente doloroso. Pero peores son las heridas sufridas, no cicatrizan nunca y las sientes siempre ahí, como recordándote las alas que tuviste y ya nunca volverás a tener.

1 comentario:

Selenio dijo...

XD. Muy interesante, al igual que la del móvil maldito.

Y muy bueno lo de "homenajear" mediante los nombres. XD

Cada vez que leía lo de Castafiore me la imaginaba cantando. XD

Selenio.