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miércoles, 18 de marzo de 2009

Buscando la verdad

Conocí al señor McKenzie una noche de 1873. En esa época yo era un joven reportero que acababa de conseguir una oportunidad en The Times, aunque era sólo para cubrir sucesos y desastres que apenas ocupaban espacio en las páginas interiores. No obstante, me sentía destinado a revolucionar el mundo del periodismo con mi prosa y acerada descripción de los acontecimientos. ¡Cuán equivocado estaba!

Volviendo al asunto, esa noche estaba cubriendo el relato de uno de los múltiples atentados que el grupo de extraños anarquistas conocido como la Liga del Vapor cometía de cuando en cuando contra el Imperio. En esa ocasión habían atacado el propio Londres, destruyendo varios edificios en su enfrentamiento con el ejército y las fuerzas del orden, causando incontables daños materiales y personales.

Yo intentaba captar con mi pluma toda la gravedad del suceso, desde el otro lado de la barrera levantada precipitadamente por la policía. Acordonando la manzana, varios tanques de vapor y destacamentos completos de tropas Moreau revisaban el área en busca de algún posible traidor dejado atrás por sus innobles compañeros. Varios ornitópteros sobrevolaban los edificios en llamas mientras un enorme dirigible acorazado se desplazaba perezosamente entre el humo mezclado con la niebla.

Ante tanta devastación, y los gritos de asombro y terror de la multitud que observaba tras la barrera, me tuve que esforzar para mantener la concentración y la vista centrada en la dantesca escena. Los ojos me lagrimeaban, y había momentos en que no sabía si era por la carbonilla que flotaba en el ambiente o por los gritos y lamentos de los heridos y de los familiares de los fallecidos.

En ese momento sentí que alguien me tiraba de la manga. Era un anciano, de nariz aguileña y pobladas cejas y patillas, que se sostenía con dificultad sobre un fino bastón.

“Periodista, ¿no?” preguntó con una cascada voz de fuerte acento escocés.

“Pues sí, ¿cómo lo ha sabido?” respondí, aún aturdido por la situación.

“Pues principalmente por el pase de prensa que lleva en el sombrero, claro”, respondió.

“Ah claro”, musité, un poco avergonzado. “Alguien tiene que contar las atrocidades de la Liga del Vapor contra los ciudadanos de Londres…”

“Esto no ha debido ser un ataque de la Liga, fíjese bien…” respondió el anciano.

“¿Cómo?” repliqué, un poco indignado ante el impertinente anciano. “El aviso del ataque vino directamente del Ministerio de Guerra, y acudimos aquí prácticamente…”

“Use sus ojos, joven. Mire”, dijo, señalando la escena. “¿Ve cómo de regulares son los cráteres de las explosiones? ¿No nota un extraño espaciamiento entre ellos?”

Aun irritado eché un vistazo a la escena por si el anciano había visto algo que se me hubiese pasado por alto. “Pues… sí, parecen estar espaciados de forma uniforme, ¿y?”.

El anciano se agachó y cogió algo de entre los escombros de detrás de la barrera.

“Mire esto, no son meros escombros. Es metralla. Esto ha sido producido por un bombardeo. Sólo eso explicaría la regularidad de la distancia entre las explosiones, las marcas en los muros y estos restos”.

“¿Y? Es posible que ahora la Liga utilice vehículos voladores para sus fechorías…”

“¿Algo como ese zeppelin que sobrevuela ahora la zona, joven? ¿No lo cree harto improbable…? ¿No es más probable que haya sido algo totalmente distinto, que se está intentando disimular?”

Mientras echaba un vistazo a la enorme mole voladora, no pude evitar sentir un escalofrío por la espalda. Lo cierto es que sólo había conseguido ver impactos de explosiones en línea recta, arrasando una manzana entera de edificios entre las calles Baker y Paddington. De haber ocurrido un combate con la Liga, debería haber habido impactos de otro tipo, como en otras ocasiones; combate físico de titanes, descargas de energía, cualquier cosa… bombardeos… sólo podía ser… ¡el ejército!

“Mi nombre es McKenzie, John McKenzie. Uno de estos días podemos quedar y charlar ante una taza de té… quizás podamos hablar de otras muchas cosas extrañas que suceden estos tiempos” dijo el anciano, mientras desaparecía con facilidad entre la multitud.

“Espere, ¡espere!” le grité mientras intentaba alcanzarle, pero ya era tarde, el muro de ciudadanos traumatizados se había cerrado tras él…

No creí que vería al extraño anciano nunca más, pero de nuevo me equivocaba…

Extracto del diario personal de John Reynolds, redactor jefe del Times, 1898

13 comentarios:

Beliagal dijo...

Y ahora temática Steampunk... cómo os odio por ponernos la miel en los labios. xDDD

Selenio dijo...

Oye... ¡tiene una pinta estupenda! Me encanta esa ucronía steampunk que has planteado.

¿Se trata de una de vuestras nuevas campañas auto-jugables o forma parte de alguna otra cosa?

Selenio.

Anónimo dijo...

Dientes largos, dientes largos dientes muuuy largos...

FDO. Reckila

Undroydproject dijo...

Justamente mañana jugamos una partida de tematica steampunk de mi cosecha, ya os contaré :-P

Pablo Valcárcel dijo...

Er, chicos, el enlace me sale como roto... :S

Pedro J. Ramos dijo...

¿Dónde hay un enlace en este post?

Jorge Arredondo Sanabria dijo...

Supongo que será el enlace del Podcast, porque aquí efectivamente no hay ninguno (excepto los perfiles de los bloggers, claro) :)

En cambio sí que están en recámara los siguientes recortes del diario de Reynolds... >:)

Pablo Valcárcel dijo...

Sí, maldición, yo me refería al enlace del podcast. ¿Cómo demonios acabó ese comentario en esta entrada? ¿Me estaré volviendo loco? ¿O estará la Liga del vapor tramando algo que implique hacerme parecer senil y descuidado?

Creo que John Reynolds tiene una nueva pista que seguir...

Unknown dijo...

Pero además el enlace del podcast funciona... ¿verdad?

Pablo Valcárcel dijo...

Pues no, a mí al menos no. Pero me empieza a dar la sensación que es un problema del Chrome, el navegador que estoy usando, porque si no no me explico que yo sea el único al que le pase...

Unknown dijo...

¿Has probado pinchando con el botón derecho y "Guardar enlace como..."?

A mi con Chrome me funciona perfectamente... Aunque es verdad que me abre el Quick Time para reproducirlo en el navegador.

Pablo Valcárcel dijo...

Nop, nada. Cuando hago eso, se queda esperando durante un momento y luego ignora la orden...

Un misterio, oiga. Pero vamos, debe ser un problema con la versión de mi navegador, el Quicktime o alguna cosa. Ahora mismo me meto a actualizarlo todo...

Sex Shop dijo...

Muy buenoooooo!!!!!!!!