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miércoles, 1 de septiembre de 2010

Castellano medieval (I)

- Por Juan Pablo "Lindellion"

En el nuevo manual de Aquelarre se incluyen unos breves consejos para que tanto DJ como jugadores den un paso más en la ambientación de las partidas haciendo uso de unas sencillas reglas para asemejar el habla a la del castellano medieval. En el presente artículo vamos a ampliar la información para aquellos a los que les gusta cuidar hasta el último detalle, profundizando un poco más en algunos aspectos de la gramática y la sintaxis.

Introducción
Intentaré ser lo menos académico y lo más claro posible, pero juzgo muy necesario escribir este preámbulo sobre lo que se considera castellano antiguo, ya que como Aquelarre es un juego histórico, debemos ceñirnos a la historia lo máximo posible e intentar desterrar viejos tópicos.

En primer lugar, es necesario aclarar que no existió un idioma castellano homogéneo, sino que la heterogeneidad fue patente, tanto en el tiempo como en el espacio. Todos los lenguajes evolucionan constantemente: surgen expresiones, nuevas palabras, dejan de usarse otras, se desarrolla una preferencia por determinados giros… en cuestión de un siglo pueden cambiar muchas cosas; incluso nuestros abuelos hablan de manera diferente a la nuestra. Pero estas diferencias no solo se notan en la distancia temporal, sino también en la espacial. Actualmente, observamos que un gallego no habla igual que un andaluz, pues cada uno tiene sus propias expresiones y sus preferencias por determinadas palabras y construcciones. Pues imagínense ustedes, si hoy en día, en la era de comunicación, existen tantas diferencias en el habla, que a veces se notan incluso entre pueblos vecinos, ¿cómo podría ser en la Edad Media, época de gran aislamiento? Pues tanto era así, que incluso cuando alguien de Córdoba viajaba a Sevilla, dos ciudades en las que por estar muy pobladas uno podría pensar que tenía asegurado su anonimato, al cordobés lo cataban en cuanto abría la boca, y viceversa. Así pues, imagínense una época como la de Aquelarre, que abarca dos siglos enteros, en los que el castellano aún se está fraguando y se encuentra en continua evolución, cambiando según las zonas, con influencia galaico-portuguesa en el noroeste, vascuence y leonés en el norte, aragonesa y catalana al nordeste, árabe en el sur… cada década y cada zona con un léxico preferido y adaptado de los idiomas con los que convive, y una sintaxis que, aunque tiene su base en el latín, sufre los mismos cambios. Por esta razón, para un forastero es casi imposible hacerse pasar por un lugareño, incluso en las ciudades más pobladas, por mucha tirada de disfrazarse que saque.

Pero ahí no acaba la cosa. Los estudiosos del castellano antiguo en realidad no saben mucho acerca del lenguaje “rústico”, el habla del pueblo, pues todo lo que tenemos para investigar son los textos que nos han dejado los autores de la época (un siglo XIV en el que hace muy poco que se prefiere el castellano al latín para la redacción de cartas y obras, costumbre que nació con Alfonso X el Sabio); textos que están escritos en lenguaje culto. Obviamente, ni entonces ni ahora la gente utiliza el mismo lenguaje que encontramos en los libros. Solamente en contadas ocasiones podemos observar que el lenguaje llano se cuela en algunas obras, como ocurre con La Celestina, escrita ya en el último año del siglo XV.

Así que tenemos por delante una tarea casi imposible si queremos ser completamente fieles. Pero esto es un juego, ¿verdad? Así que nosotros lo tenemos más fácil: elíjase como referencia cualquiera de las obras bajomedievales escritas en castellano, y listo. Tenemos un buen número de ellas: los textos cultos de Alfonso X, el misógino Libro de los Engaños, el Romancero Viejo, los cuentos del Conde Lucanor, el Libro del Buen Amor, la poesía de Jorge Manrique…

Personalmente me he decantado por el lenguaje que se utiliza en los textos de Alfonso X, ya que creó escuela y muchos autores posteriores la siguieron, como fue el caso, por ejemplo, de don Juan Manuel (El Conde Lucanor), y además porque tiene influencia del galaico-portugués, que es uno de mis idiomas favoritos. Si alguien busca un castellano con fuerte influencia leonesa, por ejemplo, puede acudir al Libro del Buen Amor de Juan Ruiz.

En fin, todo esto viene a decir que el modelo de castellano antiguo que voy a presentar a continuación solo es uno de los muchos posibles, y que por esa misma razón me ceñiré a los aspectos más generales de dicho lenguaje, atendiendo principalmente al oral, al que se oye, y no al que se escribe.

4 comentarios:

Antonio Polo dijo...

Tu tenías que haber estudiado Filología, shiquillo!... ;)

Juan Pablo dijo...

Qué va, si todo esto sólo lo sé porque he invocado al demonio Bael... uy, se me escapó ;)

SEXTO NOBLE DE KHARÉ dijo...

Bueno, esto sí que es un regalo. Un artículo sobre el castellano medieval del maestro Lindelion...

Sabes que te admiro desde que encontré tus dos librojuegos de Traición. ¡Por cierto que acabo de enterarme de que ya está el último! ¡¡Gracias!!

Juan Pablo dijo...

Gracias a ti por tu interés, Sexto Noble de Kharé. La verdad es que la idea la tuvo Pedro J., que me sugirió que escribiera este artículo para aprovechar el material que tenía sobre castellano antiguo que puse en práctica en el librojuego, así que parte de la culpa es suya ;)