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jueves, 11 de junio de 2009

La Alquimia

Hay quién ve la alquimia como un método de transmutar el plomo en oro u algún tipo de práctica mágica, y lo curioso es que, aun equivocándose, tienen algo de razón. La alquimia ha estado presente en todas las culturas de la antigüedad desde el Egipto antiguo, a la Grecia clásica, pasando por Roma, India, China y los territorios del Islam. Este crisol de culturas ha conseguido enriquecer el arte, aportando cada civilización su particular influencia: el hermetismo, neoplatonismo, filosofías de la Grecia clásica, misterios sagrados egipcios, astrología babilónica, gnosticismo y una variada teosofía. Se la ha conocido por multitud de nombres, tales como la gran obra, el arte regio, la ciencia sagrada, la filosofía natural, el gran arte o ars magna, por citar unos pocos, y en la Edad Media era practicada principalmente por gentes cultas, que tenían acceso a libros escritos en griego, latín o árabe y siempre, con discreción y cierto secretismo, pues el pueblo llano, en su ignorancia, tenía a la alquimia como otra forma de brujería, por no hablar de la bula del papa Juan XXII, que tacha el arte como pernicioso (y eso que la leyenda negra decía que el pontífice era alquimista…).

La alquimia, a diferencia de lo que piensen algunos, no es una ciencia, es un arte, es mas, una filosofía. En ella se presenta al hombre, ser imperfecto al que Dios dota de herramientas para lograr recuperar el estado de gracia perdido. De esta forma, el alquimista debe ser un dios en miniatura con aquello que le rodea, y logrando traer la perfección a lo impuro, evolucionará a un estado superior. Para ello, se lanza a la practica del arte, pudiendo elegir dos ramas: la gran obra, en la que se busca la transmutación de los metales impuros en puros, o la pequeña obra, en la cual el alquimista fija su vista en el mundo vegetal y sus propiedades, tratando de traer la perfección a la vida, en forma de salud y longevidad.

Para lograr estas tareas, el alquimista se ayuda de herramientas tales como alambiques, redomas y otros componentes, siendo especialmente el atanor, el horno alquímico, símil del vientre materno que dará a luz la perfección. Con ellas, y conociendo que toda materia se divide en mercurio, azufre y sales, influenciada por el aspecto de los cuatro elementos primordiales y su relación con el macrocosmos, en forma de las influencias cosmológicas de los planetas, y sin olvidarnos de su parte fundamental, su quintaesencia, ese fragmento minúsculo de espíritu divino que confiere a la sustancia su verdadero ser, el alquimista, con paciencia infinita, dedica su vida a la practica del arte. Si tiene suerte y la voluntad de Dios le acompaña, descubrirá pequeñas maravillas de naturaleza o incluso alguno de sus más ocultos Secretos, tales como la piedra filosofal, capaz de transmutar cualquier metal en oro, la panacea universal, una prodigiosa medicina capaz de curar cualquier enfermedad y alargar la vida o incluso crear vida, dando a luz a un autentico homúnculo, un hombre artificial. Y no debe temer nada el hombre piadoso de estos prodigios, pues no son magia u negra brujería, son regalos que el Altísimo dejo ocultos en la naturaleza, a la espera que los sabios los desentrañasen, como pruebas y peldaños de la escalera que les ha de llevar a los Cielos, junto a Él.

Pero como toda buena filosofía no se salva de sus herejes. Existen los llamados espagiristas, que entienden el arte como una ciencia, despojándola de todo misticismo y relegándola a ser un efectivo método de obtención de medicinas. Y en el lado opuesto no nos olvidemos de las brujas, magos y hechiceros, que conocen la alquimia, pero no suelen entenderla de la misma manera que los auténticos iniciados en el Arte (quizás por haber obtenido conocimiento de ella por fuentes o tutores poco adecuados como puede que ser el mismísimo Diablo), pues despojan el arte de toda filosofía y objetivo, relegándola a un medio, eso sí extremadamente eficaz, de fabricar sus pociones, ungüentos y talismanes.Pero quizás ya he hablado demasiado sobre la Obra. Si deseas saber más de ella, si es la voluntad del Altísimo, seguro que encuentras la senda apropiada que seguir…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estupendo que podamos leer fragmentos del futuro manual de Aquelarre. Espero que estos que vemos no sean los textos definitivos y que aún ande pendiente una buena revisión, porque en este fragmento he visto varias faltas de ortografía y alguna errata.

Por favor, no echéis por la borda todo el trabajo, la ilusión y la pasión que os está suponiendo este libro. No hagáis que desmerezca.

Un saludo.

Pedro J. Ramos dijo...

Efectivamente, no son los textos definitivos, ni éste ni ninguno de los que vendrán en las próximas semanas. Pero dado que hemos recibido tantas peticiones públicas y privadas de más información pensamos que podría resultar de interés estos "atisbos" del texto.