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lunes, 24 de noviembre de 2008

"La tristeza de Henry Portland", un enigma para El Club de los Martes

Henry Portland era un rico y próspero industrial al que la vida le había sonreído casi desde su nacimiento. El típico hombre destinado a la buena fortuna. Sin embargo, durante los últimos meses de su vida, sus amigos lo encontraron taciturno, falto de chispa y de la alegría que había caracterizado su persona. Hasta que hace dos días, la chispa se apagó definitivamente, y Henry Portland fue encontrado muerto en su biblioteca, con la cara hundida en el plato de la cena. En la casa sólo se encontraba su mujer, Lady Victoria Portland, y la criada, Lady Diana Beril, contratada hacía apenas una semana. La investigación policial ha determinado que el señor Portland murió asfixiado.

Personajes dramáticos

Henry Portland, industrial de cuarenta y pocos años, próspero, alegre y extrovertido, con un vivo interés por lo que se podría llamar la buena vida en todos los aspectos. Buena casa, buena comida, y todo tipo de diversiones que podía permitirse por su desahogada situación económica.

Lady Victoria Portland, esposa de Henry Portland, mucho más interesada en su dinero que en la persona de Henry, ha dejado claro a su marido que viven en un matrimonio de conveniencia, en el que el gana una situación de sosegada estabilidad y libertad, y ella disfruta de los placeres que da el dinero. Está deseosa de recibir la herencia de su marido…

Lady Diana Beril, criada de los Portland, recién llegada y con unas excelentes referencias de las diversas casas en las que ha servido con anterioridad. Sus dotes como cocinera nunca serán suficientemente exaltadas.

Lady Marionne Scott, antigua criada de los Portland, y amante de Henry, que buscaba en sus brazos el calor que no encontraba en los de su mujer. Su único error en su trabajo, ya que por lo demás, es una excelente ama.

Pistas

El hombre victoriano al que sonríe la vida difícilmente puede soportar el tedio de un matrimonio desinteresado. Henry Portland no tardó mucho en darse cuenta de lo obvio, que su mujer Victoria no tenía ningún tipo de interés en él aparte de sus ingresos, suficientemente altos como para atraer a cualquiera. En vista de esta situación, el señor Portland tuvo la suerte de encontrar el consuelo que necesitaba en los brazos y sábanas de su criada, Marionne Scott, con la que vivía constantes momentos de pasión, fugaces por la situación, pero intensos. Dado que Marionne vivía al completo servicio de los Pórtland, se alojaba en la residencia de la familia, y era ahí donde ella y Henry tenían sus apasionados encuentros, aprovechando las muchas tardes en que Lady Victoria salía a disfrutar de la sociedad.

Pero una relación oculta tarde o temprano dejará de serlo, y Lady Victoria, al descubrir el engaño de su marido, no vio en ello más que una razón para acelerar aquello que verdaderamente anhelaba, que no era sino la herencia de su marido.

Dedicó tiempo suficiente a tramar un plan con el que ella misma se sintiera a gusto, y así, pacientemente, no prohibió la relación en el momento de descubrirla. De un modo indirecto, hizo ver a su marido que lo sabía, y se encargó de que no tuvieran ninguna oportunidad de estar a solas durante los siguientes meses. Lady Victoria prefirió sacrificarse en su bienestar, y dejó de frecuentar los muchos entretenimientos que tanto le gustaban y a los que por lo general acudía sola, dejando espacio a los encuentros de Henry con Marionne. El teatro, alguna sociedad femenina, y los sencillos paseos que disfrutaba Lady Victoria se hicieron mucho menos frecuentes que antes.

Henry Portland veía como sus deseos no podían ser satisfechos, pero no veía manera de afrontar la situación, y se fue hundiendo en un pozo depresivo que tocó fondo en el momento en el que Lady Victoria decidió despedir a Marionne.

Como señora de la casa, fue ella quien escogió a la nueva criada, Lady Diana Beril, y se encargó de darle todos los detalles de su trabajo. Desgraciadamente, “olvidó” un detalle de gran importancia, la alergia de Henry a la pimienta, especia que tenía totalmente prohibido por la violenta reacción que le podría causar, al hinchársele el conducto respiratorio y sufrir severos síntomas de asfixia.

Sólo fue cuestión de tiempo que Lady Beril preparase un revuelto de huevos con bacon que aderezó con pimienta, y que se convirtió en la última cena de Henry Portland. La noche de la muerte de Henry, este estaba cenando a solas en la biblioteca de su casa, pensando en sus problemas, y apenas notó el primer aviso cuando empezó a comer, y la reacción alérgica se desencadenó. Siguió comiendo, ensimismado en sus pensamientos, hasta el punto en que la reacción estaba tan avanzada que Henry no podía respirar, y sin apenas lucha por su vida, murió asfixiado.

Lady Victoria achacaba la “desgraciada” muerte de su marido a un accidente difícil de evitar, un terrible descuido de Diana Beril. Sólo podía pensar en la vida que le esperaba administrando por sí misma la fortuna de su marido.

No contaba Lady Victoria con las investigaciones policiales, que finalmente consiguieron resolver el caso, y encerrar entre rejas a la despiadada mujer.

  • El qué: El asesinato de Henry Portland.
  • El cómo: A través de la criada, por una alergia alimentaria.
  • El porqué: Para cobrar la herencia, la relación extramatrimonial de su marido le traía sin cuidado.
  • Dónde y cuándo: La muerte se produjo en un momento de azar, el día que finalmente Lady Diana Beril usó en la cena el ingrediente venenoso para Henry.
  • El quién: Lady Victoria Portland planeó la muerte de su marido, usando a Lady Diana Beril como inocente brazo ejecutor de su plan.

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