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lunes, 5 de septiembre de 2011

Personajes pregenerados de Aquelarre (16)

- Por Juan Pablo Fernández y Pedro Nieto

Mendigo
  • Nombre: Luken Amunarriz
  • Reino: Reino de Navarra
  • Grupo étnico: Navarro
  • Posición social: Campesino - Vasallo
  • Profesión: Mendigo
  • Profesión paterna: Soldado
  • Situación familiar: Padres muertos
  • Edad: 36

FUE: 15 Altura: 1,77 varas
AGI: 15 Peso: 140 libras
HAB: 19 RR: 50%
RES: 15 IRR: 50%
PER: 15 Suerte: 35
COM: 15 Templanza: 52%
CUL: 5 Aspecto: 17 (Normal)

Competencias: Artesanía 49%, Comerciar 45%, Elocuencia 65%, Empatía 45%, Escamotear 59%, Idioma Castellano 100%, Idioma Aragonés 20%, Memoria 45%, Ocultar 39%, Sigilo 45%, Cuchillos 44%, Pelea 45%.

Hechizos: Carece.
Rituales de Fe: Carece.

Rasgos de Carácter:
  • Muy mayor

Eventos por edad:
  • Años de infortunios
  • Muerte en la familia
  • Gran amistad

Los padres de Luken malvendieron sus posesiones cuando éste era joven y partieron en busca de mejores oportunidades. Así, llegaron hasta Huesca, donde habían oído noticias de que cierto barón buscaba hombres de armas para su milicia. De este modo, mientras su padre entraba al servicio del barón de Bernúes y su madre realizaba todas las tareas de la casa, que no eran pocas, Luken crecía y se dedicaba a lo que más le gustaba, esto es: encontrar una buena sombra debajo de un roble, buscar formas divertidas a las nubes, escuchar el zumbido de las moscas o el mugido de las vacas y echarse algo al gaznate cuando el hambre apretaba. Luken siempre fue un vago. Así creció, y harto de las palizas que su padre le daba por su desidia ante todo, un buen día, se largó. Pero no muy lejos, al otro lado del valle.
Luken aprendió a vivir con lo mínimo. Robaba en los corrales de los pueblos vecinos de noche, bebía de los pozos o los arroyuelos, se mantenía al margen de todo... y fue por eso por lo que llegó la peste negra y no se acordó de él. Mientras tres cuartas partes de la población del reino morían, además de la madre de nuestro protagonista, Luken chupaba de una pajilla recostado bajo un roble al que le había tomado la medida. Y así pasaron los años, Luken paseaba por los campos, veía las hogueras donde ardían los muertos de la peste sin interés. Aprendió a hacer pequeñas tallas de madera con su cuchillo, no eran gran cosa, pero al menos era algo. Claro que luego la dejaba por ahí perdiendo el interés de inmediato. Se podría decir que era lo más parecido a trabajar que había hecho en su vida.
Su padre no llegó a enterarse de que su hijo había empezado a tener interés en algo, ya que murió en una partida de caza del barón. Al parecer, el barón lo confundió con un ciervo o un jabalí y disparó su arco.
—¿Cómo se llamaba este hombre? —preguntó el barón.
—Mikel Amunarriz —le contestaron.
—Una lástima —añadió el barón.
Pero Luken nunca supo que sus padres habían muerto. Seguía convencido de que madre estaba en casa y padre de guardia. A Luken le daba igual todo. Al año siguiente, en los mismos bosques paseaba nuestro Luken coincidiendo con una nueva partida de caza del barón de Bernúes. Luken estaba subido a un árbol en busca de piñas, o sentado tallando un trozo de madera, y coincidió con un par de cortagargantas que se habían decidido a atentar contra el barón. Cuando éste se encontró solo, como planearon, y estaba el desarrapado presto a saltar sobre el barón, cayó Luken sobre el primero partiéndole el cuello y muriendo sin decir ni pío. El barón se volvió sorprendido y tuvo tiempo de sacar su espada y encargarse del segundo atacante. Se volvió hacia el dolorido Luken, y le dijo:
—Me habéis salvado la vida. ¿Cuál es vuestro nombre?
—Luken, señor, Luken Amunarriz.
Mira por donde que el barón recordó el apellido del soldado que mató en triste accidente unos meses antes y, agradecido por el gesto de Luken contra los asaltantes y sintiendo cierta deuda moral para con él, siguió:
—No lo olvidaré...
Desde entonces Luken continúa durmiendo bajo los robles de la región, sin importarle nada, y de vez en cuando tiene permitido acercarse hasta el castillo, donde es invitado a comer caliente y beber vino. Que el barón es persona generosa y agradecida.

Monje
  • Nombre: Cosme de Sigüenza
  • Reino: Corona de Castilla
  • Grupo étnico: Castilla
  • Posición social: Baja nobleza
  • Profesión: Monje Dominico, Prior
  • Profesión paterna: Caballero de orden militar
  • Situación familiar: Padres vivos
  • Edad: 29

FUE: 6 Altura: 1,77 varas
AGI: 8 Peso: 140 libras
HAB: 10 RR: 75%
RES: 14 IRR: 25%
PER: 12 Suerte: 50
COM: 18 Templanza: 68%
CUL: 20 Aspecto: 5 (claramente repugnante)

Competencias: Conocimiento animal 45%, Enseñar 60%, Idioma Latín 80%, Idioma Castellano 100% , Leer y escribir 90%, Mando 40%, Seducción -20%, Teología 80%, Tormento 45%, Cuchillos 40%.

Hechizos: Carece.
Rituales de Fe: Carece.

Rasgos de Carácter:
  • Carisma con los animales
  • Acostumbrado a mandar
  • Desprecio al sexo opuesto
  • Enfermedad - Lepra

Eventos por edad:
  • Enfermedad - Gonorrea

Nacido en la localidad de Sigüenza, Cosme fue el menor de tres hermanos y ya de joven se despertaron en él unas fuertes ansias de servir a Dios. De familia acomodada, los contactos de su padre a lo largo de años de servicios le permitieron escalar en el escalafón eclesiástico. Su amor a Dios desembocó en un fanatismo malsano, lo cual le granjeó su entrada en el temible tribunal de la Santa Inquisición. Cosme sirvió al tribunal de Sigüenza, de donde era natal, y después, tras la desaparición de dicho distrito inquisitorial, fue desviado al tribunal de Zaragoza. Era muy dado al castigo y las condenas que aplicaba eran normalmente las más duras de las disponibles. Tiene en su haber un total de veintitrés relajaciones, nueve en efigie. Participó muy activamente en casos de bigamia, homosexualidad y bestialismo, de hecho, el tribunal de Zaragoza durante la época de Cosme fue muy activo en esa materia, condenando a más de un centenar de personas en prácticamente ocho años y siendo al menos treinta y seis de ellos ejecutados.
Azote de hombres y mujeres, sin embargo, terminó sucumbiendo al mismo mal que había perseguido durante dos decenios. Ya nombrado prior, dedicó sus últimos años a oscuros rituales donde la presencia del Maligno se hacía patente. Retirado a un priorato que se puso en sus manos, llegó incluso a engañar a un séquito inquisitorial que apareció para investigar unos asesinatos en la región de trasfondo demoníaco sexual (no me hagáis entrar en detalles) que él mismo cometió, con la ayuda de un par de desarrapados sin escrúpulos, dirigiendo la culpa hacia unos pobres infelices que acabaron purgando las faltas de Cosme en su lugar, mientras éste sonreía satisfecho desde detrás del cadalso.
Ya sea por castigo divino, quizá por la maldición de alguien que alguna vez fue testigo o sobrevivió a sus horribles actos, o bien simplemente por contacto con enfermos, Cosme sufre gonorrea y lepra, aunque ésta última todavía no es evidente. Las primeras llagas ulcerantes empiezan a formarse bajo el hábito, pronto llegará la necrosis y el fétido olor…

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