Nacido en Londres, Joshua Abraham Norton pasó gran parte de su infancia en Sudáfrica, mudándose a San Francisco en 1849. Viajó tan lejos principalmente atraído por las promesas de prosperidad y riqueza que trajo la fiebre del oro, tras recibir como único heredero una fuerte suma al saldarse las propiedades de su padre. Allí se dedicó a los bienes inmuebles y otros negocios con cierto éxito. En apenas tres años Norton había multiplicado su riqueza por 6, aunque su suerte iba a cambiar casi con la misma velocidad. Tras un negocio fallido tras el desplome del precio del arroz, que le llevó a los tribunales durante años con enormes gastos, la misma fiebre del oro pasó trayendo consigo la caída de los precios de forma catastrófica. Unido a esto se produjo la caída de los mercados inmobiliarios, de multitud de negocios y bancos, y la bancarrota en general. El negocio de Norton, ya dañado, se desvaneció en la nada y el pobre empresario prácticamente desapareció del mapa hasta 1859...
En ese momento empezó la leyenda. Norton volvió a aparecer, con una actitud entre excéntrica e iluminada, que se desveló en una nota de prensa al autoproclamarse Emperador Norton de los Estados Unidos. Al parecer, los serios reveses de fortuna que había sufrido Norton le provocaron un serio caso de delirios de grandeza, aunque a medida que revelaba más y más de sus planes quedaron patentes sus buenas intenciones de fondo y su interés en acabar con los males que aquejaban al país y devolver la confianza y la estabilidad a todos sus ciudadanos. A sus ojos, la forma de gobierno de ese momento era ineficiente, corrupta y orientada exclusivamente al interés propio, por lo que era imposible que defendiera el bien común de los ciudadanos. Sólo alguien como él mismo, tomando como ejemplo la monarquía británica, podría imponer el orden poniendo en su lugar a las distintas facciones y fuerzas políticas que luchaban por sus parcelas de poder respectivas.
Obviamente las autoridades políticas no prestaron mucha atención al autoproclamado emperador, pero su fama, auspiciada por la prensa, empezó a crecer acompañando cada una de sus proclamas; primero aboliendo el Congreso, luego convirtiendo la República en una monarquía absoluta, y culminando en la disolución de los partidos Demócrata y Republicano...
A pesar de sus delirios, Norton sorprendía quizás aún más a sus conciudadanos por su oratoria fluida, mostrándose como un hábil conversador versado en muchos temas y un gran jugador de ajedrez, todo lo cual revelaba su genio, sólo eclipsado cuando hablaba de sí mismo y de su ficticio Imperio, por supuesto.
Lo que nadie sabía es que en el año en que Norton volvió a la vida pública, no solamente su mente sufrió una transformación radical, sino todo él. Transformado de una forma similar a la de los miembros de la Liga del Vapor, Norton empezó a experimentar una serie de cambios que culminaron en su extraña locura (o que fue la consecuencia de los mismos, al intentar su mente racional entender lo que le había pasado). Era capaz de crear físicamente las cosas que imaginaba, aunque dichos objetos no tenían una existencia permanente, sino sólo durante tanto tiempo como él quisiera que existieran. Esas mismas ideas con forma física eran capaces de protegerlo del daño físico como si de un caparazón de mero poder intelectual se tratara. Finalmente era además capaz de motivar a los demás con sus discursos apasionados, trasmitiendo una sensación de paz que aletargaba el impulso a recurrir a la violencia. Con todas esas habilidades, una persona egoísta hubiera rehecho su imperio económico y hubiera quizás aspirado a gobernar el país entero, pero no Norton. Realmente afectado por lo que él pensaba era un gobierno injusto y corrupto, decidió poner su (perturbado) intelecto al servicio de todos los americanos convirtiéndose en un déspota ilustrado, nombrándose Emperador y esperando que todos acatasen sus órdenes, lo que obviamente no pasó.
Norton no se dio por vencido tan rápidamente, sobre todo cuando descubrió gracias a sus antiguos contactos empresariales (y sus nuevos contactos en los años en los que malvivió en pensiones de mala muerte) que había un enemigo mucho más insidioso y peligroso que el mero “gobierno corrupto” reinante. Una siniestra organización dotada de medios económicos casi ilimitados y de personas con poderes como él mismo, estaba socavando lo poco que merecía la pena salvar del gobierno e intentaba tirar de los hilos para reanudar la guerra civil. Esa era la oportunidad de Norton, salvar al país entero para que la población le proclamase Emperador y así poder imponer un reinado justo y benevolente para todos. En este sentido Norton empezó a reclutar un ejército propio, formado por todos aquellos desesperados que cayeron por los agujeros del sistema tras la crisis del fin de la fiebre del oro. Impresionados por sus apasionadas palabras y sus altas miras, y por la extensión de sus poderes, estos soldados irregulares empezaron a espiar y luchar en pequeñas escaramuzas contra los agentes del Imperio, encarnados principalmente en los hombres del Gun Club y sus mercenarios, estorbando siempre que podían a sus malvados planes y anulando sus más terribles designios con la ayuda del mismo Norton en persona.
Norton es ahora un objetivo declarado del Gun Club, aunque su mera popularidad le da una cierta protección porque su desaparición o muerte violenta levantarían demasiadas preguntas que pondrían en apuros a las operaciones secretas del Imperio en los Estados Unidos. También ha sido descubierto y contactado por la Liga del Vapor, que aunque ven en él a alguien mentalmente inestable, creen que realmente es bien intencionado y que gracias a él y a su poder se contrarresta la maligna influencia del Imperio en ese rincón del mundo... lo que permite a la Liga seguir su lucha sin preocuparse “demasiado” del globo entero a la vez. En alguna ocasión han trabajado juntos, ¡con permiso de Norton por supuesto!
En ese momento empezó la leyenda. Norton volvió a aparecer, con una actitud entre excéntrica e iluminada, que se desveló en una nota de prensa al autoproclamarse Emperador Norton de los Estados Unidos. Al parecer, los serios reveses de fortuna que había sufrido Norton le provocaron un serio caso de delirios de grandeza, aunque a medida que revelaba más y más de sus planes quedaron patentes sus buenas intenciones de fondo y su interés en acabar con los males que aquejaban al país y devolver la confianza y la estabilidad a todos sus ciudadanos. A sus ojos, la forma de gobierno de ese momento era ineficiente, corrupta y orientada exclusivamente al interés propio, por lo que era imposible que defendiera el bien común de los ciudadanos. Sólo alguien como él mismo, tomando como ejemplo la monarquía británica, podría imponer el orden poniendo en su lugar a las distintas facciones y fuerzas políticas que luchaban por sus parcelas de poder respectivas.
Obviamente las autoridades políticas no prestaron mucha atención al autoproclamado emperador, pero su fama, auspiciada por la prensa, empezó a crecer acompañando cada una de sus proclamas; primero aboliendo el Congreso, luego convirtiendo la República en una monarquía absoluta, y culminando en la disolución de los partidos Demócrata y Republicano...
A pesar de sus delirios, Norton sorprendía quizás aún más a sus conciudadanos por su oratoria fluida, mostrándose como un hábil conversador versado en muchos temas y un gran jugador de ajedrez, todo lo cual revelaba su genio, sólo eclipsado cuando hablaba de sí mismo y de su ficticio Imperio, por supuesto.
Lo que nadie sabía es que en el año en que Norton volvió a la vida pública, no solamente su mente sufrió una transformación radical, sino todo él. Transformado de una forma similar a la de los miembros de la Liga del Vapor, Norton empezó a experimentar una serie de cambios que culminaron en su extraña locura (o que fue la consecuencia de los mismos, al intentar su mente racional entender lo que le había pasado). Era capaz de crear físicamente las cosas que imaginaba, aunque dichos objetos no tenían una existencia permanente, sino sólo durante tanto tiempo como él quisiera que existieran. Esas mismas ideas con forma física eran capaces de protegerlo del daño físico como si de un caparazón de mero poder intelectual se tratara. Finalmente era además capaz de motivar a los demás con sus discursos apasionados, trasmitiendo una sensación de paz que aletargaba el impulso a recurrir a la violencia. Con todas esas habilidades, una persona egoísta hubiera rehecho su imperio económico y hubiera quizás aspirado a gobernar el país entero, pero no Norton. Realmente afectado por lo que él pensaba era un gobierno injusto y corrupto, decidió poner su (perturbado) intelecto al servicio de todos los americanos convirtiéndose en un déspota ilustrado, nombrándose Emperador y esperando que todos acatasen sus órdenes, lo que obviamente no pasó.
Norton no se dio por vencido tan rápidamente, sobre todo cuando descubrió gracias a sus antiguos contactos empresariales (y sus nuevos contactos en los años en los que malvivió en pensiones de mala muerte) que había un enemigo mucho más insidioso y peligroso que el mero “gobierno corrupto” reinante. Una siniestra organización dotada de medios económicos casi ilimitados y de personas con poderes como él mismo, estaba socavando lo poco que merecía la pena salvar del gobierno e intentaba tirar de los hilos para reanudar la guerra civil. Esa era la oportunidad de Norton, salvar al país entero para que la población le proclamase Emperador y así poder imponer un reinado justo y benevolente para todos. En este sentido Norton empezó a reclutar un ejército propio, formado por todos aquellos desesperados que cayeron por los agujeros del sistema tras la crisis del fin de la fiebre del oro. Impresionados por sus apasionadas palabras y sus altas miras, y por la extensión de sus poderes, estos soldados irregulares empezaron a espiar y luchar en pequeñas escaramuzas contra los agentes del Imperio, encarnados principalmente en los hombres del Gun Club y sus mercenarios, estorbando siempre que podían a sus malvados planes y anulando sus más terribles designios con la ayuda del mismo Norton en persona.
Norton es ahora un objetivo declarado del Gun Club, aunque su mera popularidad le da una cierta protección porque su desaparición o muerte violenta levantarían demasiadas preguntas que pondrían en apuros a las operaciones secretas del Imperio en los Estados Unidos. También ha sido descubierto y contactado por la Liga del Vapor, que aunque ven en él a alguien mentalmente inestable, creen que realmente es bien intencionado y que gracias a él y a su poder se contrarresta la maligna influencia del Imperio en ese rincón del mundo... lo que permite a la Liga seguir su lucha sin preocuparse “demasiado” del globo entero a la vez. En alguna ocasión han trabajado juntos, ¡con permiso de Norton por supuesto!
1 comentario:
Qué bien, hacía tiempo que no se veían novedades de La Liga del Vapor en el blog. Me alegra ver que sigue adelante, me mola el rollo steampunk.
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