Un día cualquiera en la ciudad, quizás un día de mercado o bien el personaje se dirige a las termas para relajarse tras una dura jornada de trabajo. Uno de esos días que en principio pasarán al olvido pues nada interesante queda en la memoria… o al menos eso parece en principio.
Cuando el personaje se mueve tranquilamente por la bulliciosa ciudad no puede dejar de escuchar a los múltiples pregoneros y comerciantes alabando sus productos destinados a una rápida venta: vino barato de Etruria para los grandes “expertos enólogos”, tinajas a precio de risa para cualquier tipo de comida o fármaco, carne de cerdo recién traída de la granja de Marcelo que siempre te los vende con una sonrisa y una chanza sobre cerdos y senadores, un poco de opio para aliviar las pasiones del cuerpo y el roce de jóvenes esclavas para mitigar otros de diferente naturaleza, espejos de bronce trucados para los Narcisos y Narcisas, objetos de arte antiquísimos elaborados durante la noche anterior por viejos artesanos casi ciegos, y un largo etcétera de objetos que casi nunca se necesitan, pero aún así se compran, ya que en Roma se es lo que se tiene, aunque uno se convierta en esclavo a su vez de todo ello.
Pero al personaje lo que realmente le llama la atención es uno de esos rechonchos adivinos ambulantes que vocifera el futuro con gran seguridad. Más que hablar parece gritar a los cielos, perturbando el sueño a los dioses. Al principio pueden parecer incoherencias pero a medida que el día finaliza, el personaje se percata de que le ha acontecido parte de lo que ese adivino medio loco vaticinó durante la mañana. Bah, pura coincidencia.
Pero al día siguiente sucede lo mismo: el adivino vuelve a acertar en su pronóstico futuro. Y de igual forma al siguiente. ¿Una casualidad tras otra o debe empezar a preocuparse?
Cuando el personaje se acerca al adivino este parece desaparecer entre la muchedumbre, sin lograr alcanzarlo. La búsqueda es infructuosa. Pero al día siguiente en una pared cerca de su casa está pintado con cierta tosquedad otro vaticinio. Pese a querer evitarlo al final se cumple. Este asunto llega a exasperar al personaje que intentará por todos los medios encontrar al burlón adivino o solucionar de alguna otra forma el asunto. ¿Y si escribiera el personaje un vaticinio propio relacionado con el adivino, que sucedería? ¿Se trata de una broma o alguien quiere perjudicarle? Nada es lo que parece en Arcana Mvndi.
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