"El cumpleaños del emperador, créeme mi buen Trobala, una de las fiestas más esperadas del calendario. Como era habitual me encontraba situado en uno de los palcos de honor junto a varias personalidades. La vista era excelente pues podíamos contemplar el desfile de la Guardia Lars, la orden de caballeros más prestigiosa de todo el imperio y los verdaderos guardianes del Emperador. Como era habitual en primer lugar desfilaron los Caballeros Gara, los de más bajo rango dentro de la orden, con sus armaduras doradas acompañados de sus eternas guadañas. Podrían llegar a considerarse hermosos si no fuera porque todos sabemos cuán mortales pueden llegar a ser esos caballeros incluso siendo los de menor rango. Los siguientes en llegar a nuestra altura fueron los Caballeros Niet, que formaban parte de una de las tres divisiones a las que podían acceder los Gara cuando escalaban posiciones en la orden. No eran más de veinte los soldados que desfilaban, no precisamente por ser escasos en la división, si no porqué pocos regresaban de sus misiones con vida si es que regresaban algún día. Debes saber que a los caballeros Niet se les llama también los malditos, ya que son los encargados de defender las fronteras del Imperio. Sus armaduras grises, sus caras pálidas y cansadas les daban el aspecto de ser Artoi muertos en vida. A continuación desfilaron los Caballeros de Arsis con sus armaduras semejantes al diamante, de gran resistencia, que les conveirten en caballeros prácticamente inmortales. Son caballeros por todos conocidos por sus ansias de sangre. Recuerdo aún la última cruzada en Febenia perfectamente: no usaban ningún tipo de arma, sólo sus propios puños y créeme mi buen Trobala, serían capaces de arrancarte la cabeza con ellos si se lo propusieran. La tercera división cerraba el desfile. Siempre dejan lo mejor para el final. Sabes mi buen Trobala, cada vez que les veo siento como mi corazón se llena de respeto por este gran Imperio nuestro. Y tal como le dije al Emperador una vez mientras compartiamos una partida de restok, tengo un corazón muy grande. Volviendo a la tercera división, ahhh los Lothar. Son la élite de la Guardia Lars, aquellos que pueden montar a los Yonshies. No sé si habrás visto un Yonshie alguna vez, son animales espléndidos que pueden viajar tanto por tierra como por mar y sus duros caparazones son capaces de resistir incluso a los más poderosos enemigos. En fin fue todo un espectáculo, una lástima amigo mío que te hubieran colgado el día antes por aquel robo sin importancia. Saluda a los héroes caídos de mi parte cuando les veas en el más allá."
- Texto atribuido a Glamdir el Charlatán
La Guardia Lars
La Guardia Lars es la principal orden militar del Imperio y son muchos los que buscan entrar a sus filas no sólo para conseguir un alto grado de ciudadanía si no también en búsqueda de la gloria personal y de realizar grandes hazañas.
A pesar de ser una de las órdenes con más miembros en sus filas son pocos los que consiguen entrar en una de las tres divisiones principales, en especial en la Guardia Lothar. A pesar de ello son centenares los Artoi que se presentan a las pruebas, muchas veces mortales, para entrar a las tres divisiones.
Orígenes de la Guardia Lars
Puede decirse que esta orden nació con el Imperio y que es en la actualidad la más organización oficial más antigua. Sus fundadores fueron los tres grandes héroes que participaron en la batalla de Lochad: Niet, Arsis y Lothar, que bajo el mando del General Lars fueron capaces de contener a las hordas de criaturas que surgieron tras la caída de los antiguos dioses.
Lochad era una de las ciudades fronterizas situada más al norte en los años posteriores a la caída de los Antiguos. Era una ciudad de antiguos guerreros expertos en el Arte de la Guerra y que se encargaban de proteger los límites del país de las criaturas que surgían de más allá del Imperio.
La ciudad, a pesar de haber contado en el pasado con una gloriosa historia de comerciantes y haber forjado gran riqueza en su interior, había quedado relegada a convertirse en un puesto militar, por lo que su dirigente pasó a ser un general designado por el Emperador.
En el octavo año después de la caída de los Antiguos, la situación no era demasiado buena para la ciudad. En aquel momento los asedios de criaturas cada vez más extrañas hacían pensar que algún resquicio de los Antiguos podía continuar vivo e intentaba acabar con los Artoi. El General Lars, encargado por aquel entonces del gobierno de Lochad, preocupado por la situación y por la gran cantidad de víctimas que se habían producido en lo que hasta ahora parecía una guerra sin fin, reunió a sus tres mejores hombres: Niet, el más ágil y atrevido de cuantos Artoi se hubieran conocido; Arsis, de la que se decía que era inmortal pues nunca se le había podido producir un rasguño en combate y Lothar que era uno con el mundo y corría el rumor de poseer el poder de hablar con cualquier tipo de bestia.
Lars compartió su preocupación con los tres guerreros, debía existir algo más allá de sus tierras que causaba la aparición de tantas criaturas.
Cada uno de los tres caballeros se ofreció a ir en busca de la respuesta y tras el consentimiento de Lars abandonaron Lochad en busca de una respuesta.
Niet dirigió sus pasos hacia el norte. Por el camino se enfrentó a grandes peligros que aún se rememoran en las leyendas de los alrededores hoy en día, pero lo que todo el mundo sabe hoy en día es que descubrió la Fortaleza Gris. Niet llegó a una tierra en la que todo parecía cambiar. A pesar de ser un gran rastreador, sus sentidos parecían engañarle ya que cada día que pasaba se despertaba en un lugar completamente distinto. Intentó quedarse despierto, pero siempre que caía la noche un extraño sopor se apoderaba de él. Cuando un día, ya desesperado y a punto de darse por vencido, despertó ante una gran torre de piedra gris, recuperó todo su vigor pues creía estar delante de lo que causaba el sufrimiento de su gente. Penetró en la torre sin dudarlo y en su interior encontró ,para su sorpresa, a gente como él pero que había sufrido grandes cambios. Se trataba de Artois que prisioneros en aquel lugar se estaban viendo afectados por los mismos cambios que afectaban al terreno. En ellos, pudo reconocer a algunas de las criaturas que habían atacado a la ciudad y no pudo evitar pensar que hermanos y hermanas se estaban matando entre ellos. Subió durante horas por las escaleras de aquella torre superando trampas y venciendo a los guardianes de aquel lugar. Y en la cima, en un lugar que quedaba por encima de las nubes y donde la noche era eterna, vio un gran cristal gris que parecía atraer las sombras hacia sí. Aunque su alma estaba llena de terror pudo avanzar dubitativamente algunos pasos hasta el cristal donde contempló en su interior una criaturas sombría que se removía inquieta. Las sombras se alargaron hasta él pero Niet con un gran grito blandió su arma contra el cristal consiguiendo romper un trozo que recogió antes de salir corriendo de vuelta a la ciudad.
Arsis, por su parte, viajó hacia el oeste, internándose en las montañas que se encontraban en esa dirección y de la que provenían extrañas criaturas semejantes a parodias de Artoi creadas a partir de la tierra y las plantas que en ella vivían. Su viaje, al igual que el de Niet, estuvo plagado de grandes peligros. Se internó en el corazón de la tierra buscando el por qué ésta permitía que nacieran esas criaturas y buscando el lugar de donde provenían. Pasó tanto tiempo bajo tierra que sus ojos dejaron de ver por la falta de luz y aprendió a guiarse por el resto de sus sentidos. Afortunadamente, gracias a su gran fuerza y resistencia, aguantó el tiempo suficiente para adaptarse al entorno.
Sus pasos la guiaron cada vez más profundamente, hasta llegar a un lugar que no distaba demasiado de poder ser considerado un infierno. El calor de aquel sitio era insoportable hasta tal punto que el sudor se evaporaba nada más abandonar su piel. Como si el aquel calor infernal no fuera suficiente, Niet sentía que cada vez le costaba más moverse talmente como si hubieran colocado un gran peso encima de ella. Allí, en mitad de un gran lago de lava se alzaba un gran cristal de aspecto diamantino que quedaba iluminado por un único rayo de luz venido de quien sabe dónde. A pesar de no haber visto la luz en mucho tiempo, Arsis, fue capaz de captarla y en ella sintió la presencia, aunque fuera difícil de explicar, de toda la realidad. Esa luz se reflejaba de vez en cuando en las facetas del cristal, provocando una imagen distorsionada de la realidad. Allí donde impactaba uno de los reflejos nacía una de las criaturas que habían atacado la ciudad pero lo más increíble de todo era la existencia de una extraña sombra en el interior del cristal que parecía estar alimentándose del propio mundo.
Ante tal sensación Arsis sintió una gran ira en su interior, penetró en el lago de lava ignorando el dolor que sentía y clavando su puño en el diamante arrancó un trozo antes de salir corriendo para volver a la ciudad y explicar lo que había descubierto. Al llegar a la superficie se detuvo a descansar un momento y entonces sintió el dolor. Sus ojos, que habían estado apartados de la luz tanto tiempo, se quemaron con la luz del nuevo día dejándola ciega para siempre. Su cuerpo ,que había estado en contacto con la lava, había quedado completamente negro a pesar de que en él no se contemplaba un solo rasguño o herida. Ignorando lo sucedido, Arsis regresó para entregar la noticia.
El tercero en partir fue Lothar. Antes de irse, Lothar se encargó de dar de comer a todos los animales del lugar y asegurarse que estarían en perfectas condiciones durante su ausencia. Sabía que si quería salvar la ciudad y el Imperio debía empezar salvando las cosas más sencillas. Después de despedirse de su mujer, partió con la compañía de su hijo Gara, un muchacho de gran sencillez que se dedicaba a cuidar de las plantas de la misma forma que lo hacía su padre de los animales.
Ambos partieron hacia el este, en dirección al mar para intentar encontrar una solución a los problemas. Su viaje fue muy distinto al de sus compañeros. Sí que es cierto que durante el viaje él y su hijo se encontraron con muchas criaturas, pero en lugar de luchar con ellas prefirieron intentar dialogar. Descubrieron que aquellas criaturas, a pesar de tener el aspecto de bestias, eran inteligentes y que tampoco les gustaba luchar. Pero todas hablaban de una gran sombra que surgía del océano y que llenaba con su oscuridad el corazón de algunos de ellos obligándoles a luchar. Lothar y Gara siguieron las indicaciones acercándose cada vez más a la costa.
Al llegar allí encontraron a una extraña criatura herida que, a pesar de tener un fiero aspecto, emanaba un gran sentimiento de paz. La criatura les explicó que la sombra la había intentado poseer pero que había resistido a su influjo. No así el resto de las criaturas del lugar que no dudaron en atacarla. La criatura, que se nombró a sí misma como Yonshie, había podido sobrevivir gracias a su grueso caparazón. A pesar de ello había recibido grandes heridas y no tardaría en morir.
Gara habló con las plantas de la zona y les pidió que permitiera cortarlas con su guadaña para poder obtener las medicinas necesarias para curar a las criaturas. Por su parte Lothar habló con las criaturas del lugar y con su voz eliminó la oscuridad que inundaba sus mentes.
Así Yonshie sobrevivió gracias a los cuidados de Lothar y Gara y se ofreció a llevar a los dos Artoi a la fortaleza acuática de donde surgía la sombra e hizo un juramento de lealtad eterna al mayor de los dos Artoi.
A medida que se acercaban a la torre escucharon una melodía fúnebre que surgía de su interior. Era una voz que les hablaba, una voz que tomaba la forma de una gran sombra. Yonshie, que era capaz de viajar tanto por mar como por tierra les condujo al interior. Lothar y Gara tuvieron que esforzarse para no caer en la tentación de la voz, hablaban con ella intentando debilitarla. La experiencia de Lothar le permitió conservar su lucidez en todo momento, pero Gara era demasiado joven. La oscuridad pudo hacer mella en su corazón y corrompió parte de su ser. Gara perdió en aquel mismo momento su habilidad para hablar con las plantas y entrando en un frenesí de sangre atacó con su guadaña a su propio padre.
Yonshie, que había prometido lealtad eterna al padre le protegió con su caparazón mientras éste intentaba calmar el corazón de su hijo. Toda una semana el hijo intentó matar al padre mientras este le hablaba y al final pudo calmar su furia, pero el daño estaba hecho, su alma y la de todos sus descendientes había quedado corrompida.
Tomando en brazos a su hijo penetró hasta lo más profundo de la torre y allí encontró un cristal azulado. En su interior encontró la sombra que susurraba desde la oscuridad. Lothar entonó una única nota y el cristal se fragmentó. Tomó uno de los trozos que habían caído y montando encima de Yonshie volvió hasta la ciudad.
Los tres caballeros regresaron al unísono ante Lars portando cada uno un trozo de cristal. Cada uno había sufrido cambios durante el viaje que les marcaron severamente para el resto de sus vidas. Niet sentía repulsión por su propia especie por todo lo que había visto e intentaba evitar todo contacto con los demás, Arsis por su parte continuaba furiosa por lo que había presenciado y esa furia residiría para siempre en su interior. Finalmente Lothar olvidó a todas las demás bestias y se centró únicamente en Yonshie que era la única criatura que le había apoyado cuando intentó salvar a su hijo.
Lars quedó conmovido por el esfuerzo que habían hecho sus tres caballeros. Contempló los cristales y en su interior pudo ver como la sombra que habitaba en ellos había despertado. No se trataba de uno de los Antiguos en sí, si no de una sombra despertada por el rencor de todos y cada uno de ellos que acumulaba poder para destruir a la raza de los Artoi.
A pesar de haber roto tres de los cristales, la sombra había conseguido suficiente poder. Es más, parecía que todavía podía existir un cuarto cristal, pues los tres pedazos mostraron como de una gran fortaleza situada en algún oscuro lugar surgía un gran ejército que se organizaba para la lucha final contra el Imperio.
Lars organizó a sus caballeros. A pesar de que sabía que estaban heridos tanto física como mentalmente ordenó a los tres campeones dirigir a las tropas principales cada una de ellas en uno de los flancos de la ciudad. A Gara le ordenó tomar a los soldados más jóvenes y defender a los Artoi que no pertenecían a la casta guerrera.
Finalmente el propio Lars tomó bajo su mando un pequeño grupo de guerreros y se dirigió hacia la entrada de la ciudad a la espera que la gran sombra llegara.
La batalla no tardó en empezar.
Niet, situado al norte, se enfrentó con terribles criaturas que transformaban todo aquello cuanto tocaban y destruían el coraje de las personas. Fueron muchos los que cayeron presa de aquellos cambios, pero todos y cada uno de ellos experimentó lo que había vivido Niet y perdieron todo deseo de seguir viviendo.
Arsis defendía el flanco oeste. Todos los guerreros que estaban bajo su mando se contagiaron de la furia de la campeona y se lanzaron a acabar con aquellas criaturas sin importarles su propia vida.
Lothar, situado en el flanco este, pidió a Yonshie que luchara a su lado. Éste lanzo un grito al cielo y centenares de criaturas parecidas a él se unieron a los demás soldados creando una imponente legión de soldados y monturas. Pero como tal como había tenido que hacer Lothar, todos y cada uno de ellos sacrificaron todos sus lazos para forjar uno indestructible con sus monturas.
La batalla fue terrible y no todas las criaturas eran detenidas. Aún así no contaban que en el interior Gara había organizado hasta el último de los Artoi. Si debían morir lo harían luchando. Campesinos, nobles y aristas todos ellos empuñaron herramientas y armas improvisadas para defender la ciudad.
Por su parte Lars avanzó con sus elegidos hacia la gran sombra. Esta no tenía una forma fija, sino que tomaba la forma de todos y cada uno de los Antiguos que habían caído ocho años atrás. La sombra rió cuando vio a aquellos insignificantes Artoi. Dejó que la atacaran sin parar de reír viendo como sus insignificantes armas no podían tocarla. El poder de la sombra era demasiado grande.
Uno a uno todos los compañeros de Lars fueron cayendo hasta que solo quedo él y con cada muerte la sombra parecía volverse más poderosa. Pero lo que parecía más extraño es que parte de la energía de los muertos fortalecía al propio Lars.
Lars contempló los tres fragmentos que le habían traído sus campeones y vio como estos fortalecían a su propia sombra.
El general comprendió lo que tenía que hacer. Odió. Odió con toda su alma a aquel ser que tenía delante y acto seguido se quito la vida. Los cristales absorbieron aquel odio e insuflaron vida a la sombra del General.
Ambas sombras participaron del mismo poder y poco a poco se fueron consumiendo la una a la otra. La oscuridad se fue retirando a medida que las dos sombras se debilitaron hasta llegar a su propia extinción. El poder había sido consumido.
Los soldados cansados algunos y agonizantes demasiados, vitorearon el sacrificio hecho por el General Lars.
Meses más tarde el Emperador en persona, debidamente informado de lo sucedido, se trasladó hasta la ciudad. Allí recibió a los cuatro campeones que habían luchado por la supervivencia del Imperio y les ordenó crear el ejército de Élite que se encargaría de protegerlo durante la eternidad de cualquier tipo de mal que lo pudiera asolar.
En honor al general que había sacrificado su propia vida fundaron a la Guardia Lars. Cada uno de los tres campeones originales fundó una división que seguirían los pasos que ellos habían seguido y a Gara, por ser todavía un niño, se le encargó la tarea de entrenar a los guerreros que en un futuro formarían parte de las divisiones.
De esta manera el ejército de élite del imperio fue formado y su gloria se extendió hasta el punto que hoy en día todos conocemos.
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