Una noche oscura en una ciudad oscura. Dos disparos retumban sobre una ciudad enferma y un crimen sin sentido, que podría ser como cualquier otro, lo cambia todo. Cuando llega la policía, Alison y Nathan Wayland llevan ya tiempo muertos. Junto a ellos, arrodillado, un niño de ocho años mantiene los puños fuertemente crispados. Betlam City aún no lo sabe, pero su salvador acaba de nacer.
La noche que los padres de Brian Wayland son asesinados en un robo corriente a la salida del teatro, su hijo Brian, solo un niño por aquel entonces que salvó la vida por un atisbo de misericordia en el alma del asesino, queda obsesionado con la justicia. Heredero de la fortuna Wayland, la vida para el pequeño huérfano está más que solucionada. Crecerá sin una figura paterna más allá que los amigos de sus padres atraídos por el acceso a su fortuna que proporciona convertirse en el ocasional tutor del pequeño. Sin embargo, el caracter de Brian los va alejando sistemáticamente y el chico crece autodidacta con una resolución obsesiva por convertirse en el remedio para el mal que aflije Betlam City.
Pronto resulta obvio incluso para un chico que la corrupción policial y política de la ciudad no va a permitir limpiarla operando desde los límites de la ley. No, la única forma de traer la justicia a esta ciudad enferma es hacerlo de forma clandestina, desde las sombras, vigilando en la oscuridad... como un Centinela.
Brian Wayland dedica entonces su juventud y parte de su fortuna a viajar por el Mundo, casi siempre bajo identidades falsas. En diversos lugares del globo aprende todo lo que cree que necesitará y convierte su cuerpo y su mente en una máquina perfectamente engrasada. Regresa a la ciudad con un plan muy claro: convertirse en el vigilante de Betlam City, un azote para los criminales y los corruptos.
La leyenda del Centinela, anterior a él mismo, le impulsa a tomar ese nombre: dará cuerpo y forma al ser legendario que los habitantes inocentes de la ciudad siempre han invocado en sus sueños como salvador y alejador de sus temores. Él será ese mito.
Para evitar sospechas, construye alrededor suyo la fachada de un playboy diletante que vive la fortuna familiar, pero se asegura de que personas honradas velan por sus finanzas, que nunca deja de vigilar a cierta distancia. Con las técnicas de meditación aprendidas de los lamas y los monjes budistas, reduce su tiempo de descanso a dos o tres horas diarias, y así compagina una agitada vida pública con sus patrullas nocturnas. Entre los criminales de Betlam, así como entre las corruptas fuerzas del orden, el nombre del Centinela empieza a correr como un susurro que llena de terror los corazones.
Pronto, entre los malvados, surgen quienes quieren ser el opuesto al protector de Betlam. Atraídos como la polilla al fuego, los locos empiezan a tomar nombres estrafalarios y a crear disfraces ridículos. El fenómenos de los villanos ha nacido a la sombra del Centinela, pero como el propio Wayland dijo una vez "Son gente destinada a hacer el mal. Si el Centinela no existiera, quizás no se disfrazaran, pero serían igualmente malvados, solo que entonces no habría nadie dispuesto a hacerles frente".
A lo largo de los años, otras personas se unen a la cruzada del Centinela y ayudan a Wayland su manera. En 1953, Leo Szilard, un joven y brillante inventor de industrias Wayland comienza a diseñar dispositivos de alta tecnología para hacer más fácil la labor del justiciero. En 1956 una médico joven e idealista, la doctora Evelyn Terrance, descubre al Centinela mortalmente herido en un callejón y le salva la vida, haciéndose partícipe de su secreto y comprometiéndose para siempre con su causa.
Pero en una ciudad cada vez más oscura, el Centinela es un héroe violento y solitario, expeditivo y misterioso que llena de terror el corazón de los criminales, cobardes y supersticiosos, al tiempo que el mismo se va sumergiendo en las tinieblas que quiere combatir peses a los esfuerzos de sus amigos. Hasta que un día de 1958, una fuente de luz llega su vida.
7 comentarios:
Cuanto daño ha hecho Batman...
Joer, una copia muy descarada, ¿no?
Pacieeeencia, id viendo como evoluciona con el paso de los años.
Naaaaaada, de momento muy copiota la cosa XD
Claro, es la idea. Pensad en lo que supone Supreme para Superman o el Confesor de Astrocity para Batman, o los personajes de Supreme Power para los héroes emblemáticos de DC... En fin, ya me lo diréis cuando llegemos a la actualidad...
Pues a servidor le encanta. Posiblemente porque Batman me encanta. Así que... ^^
Yo he de coincidir con Beliagal, Batman para mí ha sido una figura muy importante de mi infancia (y no tan infancia XD), causante de muchas pérdidas de pagas de la semana en su momento XDDDDD...!!!
Veremos como va evolucionando el tema como menciona NSR, pero tampoco le doy mayor importancia al asunto :P
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