- Por Juan Pablo Fernández y Pedro Nieto
Cambista
- Nombre: Daniel ben Leví
- Reino: Reino de Portugal
- Grupo étnico: Judío
- Posición social: Burguesía
- Profesión: Cambista
- Profesión paterna: Mediero
- Situación familiar: Padres vivos. Sin hermanos.
- Edad: 26 años
FUE: 10 Altura: 1,65 varas
AGI: 15 Peso: 125 libras
HAB: 10 RR: 75%
RES: 15 IRR: 25%
PER: 25 Suerte: 50
COM: 15 Templanza: 50%
CUL: 15 Aspecto: 11 (Mediocre)
Competencias: Alquimia 45%, Comerciar 75%, Conocimiento mineral 60%, Elocuencia 55%; Descubrir 40%, Empatía 50%, Ocultar 30%, Leer y escribir 40%, Teología 40%, Francés 100%, Gallego 25%, Astrología 40%.
Hechizos: Carece.
Rituales de Fe: Carece.
Rasgos de Carácter:
- Educado en una sinagoga
- Sentidos extraordinariamente sensibles
- Extranjero
- Sentido de la orientación
Daniel llegó por primera vez a Portugal aún siendo mozuelo, acompañando a su padre en un viaje que debía hacer para visitar al rabino de Fortaleza, con quien tenía importantes negocios que tratar. Quedó tan encantado con aquel lugar (y con la hija del rabino, todo hay que decirlo), que decidió volver años después. Trabó pronto amistad con el socio de su padre, el rabino, que su tío también lo era en Nantes y lo había educado bien en su fe, y tenía de qué hablar y discutir con él. Además, se convirtió en prestamista y amasó una fortuna al poco tiempo. Pero mal le salió al final el negocio, que aunque el rabino estaba encantado de que fuera a convertirse en su yerno, su hija no pensaba igual, y un día se fugó con su enamorado. Las relaciones con el rabino se enfriaron y el negocio comenzó a darle problemas, pues eran ya muchos los que faltaban a sus pagos. Tuvo que recurrir a los matones para recuperar lo que era suyo, pero así sólo consiguió labrarse mala fama… hasta que un día, algunos de sus deudores más poderosos (que hasta había condes que le debían dinero) decidieron que ya habían sido avisados lo suficiente y que ya no lo serían más: mandaron a su casa por la noche a sus propios matones y sólo su buen ojo le puso sobre aviso antes de que cayeran sobre él, permitiéndole ponerse a buen recaudo y escapar de la muerte. Al día siguiente recogió los bártulos y se marchó de Fortaleza, con todos sus sueños de juventud rotos, pero con todas las lecciones que le había dado la vida bien aprendidas. Ahora busca un nuevo lugar donde instalarse y volver a hacer negocio, que su fortuna no es magra, pero acostumbrado como está a vivir a cuerpo de rey, no han de durarle demasiado los dineros.
Cazador
- Nombre: Koldo de Lezama
- Reino: Reino de Navarra
- Grupo étnico: Vasco
- Posición social: Campesino
- Profesión: Cazador
- Profesión paterna: Soldado
- Situación familiar: Padres vivos, una hermana mayor.
- Edad: 18 años
FUE: 15 Altura: 1,70 varas
AGI: 20 Peso: 145 libras
HAB: 20 RR: 75%
RES: 15 IRR: 25%
PER: 20 Suerte: 40
COM: 10 Templanza: 50%
CUL: 10 Aspecto: 11 (Mediocre)
Competencias: Arcos 70%, Escuchar 70%, Rastrear 60%, Sigilo 75%; Conocimiento animal 35%, Descubrir 40%, Trepar 30%, Cuchillos 45%, Pelea 45%.
Hechizos: Carece.
Rituales de Fe: Carece.
Rasgos de Carácter:
- Marrullero y camorrista
- Borracho
Koldo trabaja como cazador para un señor en Navarra. Hijo de campesinos, ha tenido que cuidar de su familia en numerosas ocasiones por la ausencia de su padre, obligado a tomar las armas a favor de su señor en sus frecuentes luchas contra sus rivales. Tras la muerte del cazador del lugar, Koldo se ofreció para cazar presas para su señor en los bosques colindantes. Éste le pidió que le acompañara en una de sus cacerías para comprobar su habilidad y, después de ver que tenía talento dirigiendo a sus perros y acorralando a las presas, le concedió el trabajo. Muchos son, no obstante, los que rumorean que el anterior cazador fue asesinado por Koldo para ocupar su lugar. Su conocimiento del bosque proviene de su infancia, cuando frecuentemente se veía obligado a huir al bosque, huyendo de una panda de niños que se la tenía jurada, sólo porque era algo retraído y prefería la compañía de animales a la de seres humanos. Un día, Koldo decidió que ya era suficiente y les plantó cara, con ayuda de un perro salvaje que había adiestrado, y les propinó tal paliza que nunca más volvieron a molestarle. Solitario y huraño, trató de ahogar sus penas en el alcohol y, tal afición le cogió al vino, que raro es el día que no se coge una buena cogorza. Su embriaguez está empezando a incidir muy negativamente en su trabajo, que a punto ha estado más de una vez de sufrir un traspié fatal cerca de un barranco y ha dejado escapar a más de una presa, quedándose dormido en mitad de la cacería. Su señor está empezando a perder la paciencia y pronto prescindirá de sus servicios si no soluciona este problema.
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